En mi visita de ayer a Strathpeffer descubrí que este lugar cercano a Inverness va más allá de ser un bonito pueblo balneario que puso de moda la reina Victoria en el siglo XIX.
Strathpeffer llegó a convertirse en el spa resort más fashion del norte de Europa después de que el dr. Morrison identificara y publicara los poderes curativos de sus aguas; procurando éstas las delicias y caricias de pálidos cuerpos aristocráticos.
Lejos de pertenecer a la nívea aristocracia, Mr. Fraser, presume de cara colorada, ojillos de tejón y apariencia de gnomo gafoso. Me habló de leyendas, profecías e historias de la zona. Le conocí mientras esperabamos los dos, él la cena y yo una pinta de cerveza. Sentados uno frente al otro compartiendo mesa la conversación llegó sóla, al tiempo que él sorbía su sopa caliente de tomate y yo bebía mi lager. A sus setenta y tantos años no podía ocultar al niño que llevaba agazapado bajo su cara. Y mientras la sopa se tornaba gazpacho me habló de la piedra de gneis azul sobre la que los pictos tallaron el dibujo de un águila y una herradura allá por el siglo VII d.C. o antes.
Yo conocía la piedra que mencionaba Mr. Fraser, la había visto ya, y además, en el museo de Inverness hay una reproducción en la que pueden apreciarse mucho mejor los dibujos que en la original. Pero Sid, que así se llama mi querido gnomo-highlander, me contó que el mineral guarda dentro de sí una profecía hecha por Brahan Seer: si la piedra llegara a caerse tres veces entonces Strathpeffer sería engullida por el mar. Al parecer ya se ha caído dos veces y ahora se entiende que esté pegada con cemento armado al promontorio donde descansa perfectamente anclada.
El augurio también lo conocía, pero de quien no había oído hablar era del tal Brahan Seer, que en mi ignorancia creí que “Brahan” era su nombre de pila, y “Seer” correspondía a su apellido.
Esta mañana he vuelto a visitar la piedra del águila, el camino que te lleva hasta ella está repleto de moras maduras, así es que me he puesto morada de ellas, literalmente. No me he cruzado con nadie, ningún curioso o turista cámara en ristre. Nadie. Me he acercado a la piedra, la he vuelto a admirar, me he asegurado de que esté bien sujeta, no vaya yo a perecer ahogada por un mal presagio. Y he vuelto al pueblo de Strathpeffer, no sin antes darme un atracón de ciruelas que he “cogido” de un árbol cargadito de ellas. (Curiosa diferencia: cuando coges moras sientes que te pertenecen, cuando coges ciruelas sientes que las estás robando)
Y ha sido al entrar en unos jardines escondidos cuando los he visto, enormes, gigantes; talladas en troncos de árbol inabarcables se me han aparecido cuatro figuras con forma humana de 4 metros de altura. Cada talla tenía incrustada en la base del tronco un cartelito con el nombre del gigante y una leyenda explicativa. La primera figura a la que me he acercado representa a un hombre exaltado, con la boca muy abierta, de gesto iracundo, mirada y brazos apuntando al cielo. (Me ha recordado mucho al Gran profeta de Pablo Gargallo, escultura en bronce que recibía siempre enfadado a todo quien visitaba el Museo de Bellas Artes de Bilbao, cuando aún no había Guggenheim ni titanio en la ciudad, y sí mucho hierro.)
Y era él, ahí estaba Brahan Seer, era él, lo tenía en lo alto, con la piedra del águila y un gatazo a sus pies tallados en el mismo tronco. Empiezo a leer la leyenda, “Seer” significa “visionario” y “Brahan” el lugar donde se había instalado, muy cerca de Strathpeffer. Su nombre de verdad, era Kenneth Mackenzie, vivió en la primera mitad del siglo XVII y usaba una piedra con un agujero en el centro para ver sus profecías. Trabajó para el tercer duque de Seaforth. Una predicción que hizo a Lady Seaforth sería su perdición, le dijo que su marido, ausente en ese momento, estaba teniendo relaciones sexuales con una o más mujeres en París. Y la Lady, completamente fuera de sí mandó arder un barril a rebosar de brea sellado con clavos y el profeta inmerso en él. Así, nuestro clarividente fue quemado en Black Isle por brujo.
Hay un libro titulado The Prophecies of the Brahan Seer (1899) obra de Alexander Mackenzie donde están recogidas sus profecías, algunas de ellas increíbles por ciertas. Se le compara con Nostradamus pero al parecer es mucho más preciso en sus visiones.
Allister Brebner, el escultor local que talló estos gigantes míticos en troncos de árboles inmensos se inspiró en las fuentes que han nutrido desde siglos la tradición escocesa: la cultura celta, vikinga y picta.
Las otras tres figuras de madera que acompañan al Brahan Seer en los jardines son:
– “Garry”, el más pequeño de una raza de gigantes de Knockfarril.
– “Sgathach”, jefa de una tribu celta de mujeres guerreras que vivieron en Skye.
– “Las Tres Nornas”, conjunto de tres figuras femeninas que representan a las tres diosas vikingas que rigen la vida de los humanos y de los dioses.
Para terminar os diré que me atreví a preguntar a Mr Fraser, mi highlander colorado, en estas fechas cercanas al referendum por la independencia de Escocia, qué pensaba votar, y me dijo:– mi corazón me dice “Sí”, pero mi cabeza me dice “No”.
A lo que le contesté: – Mr. Fraser, yo hace tiempo que creo en la inteligencia de mi corazón.
Se levantó, fue hasta la barra y volvió con el niño instalado en la cara y dos copas de whisky en las manos.
¡¡Sláinte!!Salud!!
En nuestra excursión “Wester Ross, las tierras más antiguas de Europa” se visita Strathpeffer.
El artículo me ha encantado,he olido la yerba y he sentido el sabor de la fruta en mi boca, incluso ese gnomo escocés me ha parecido un guiño a la magia del lugar.